Dos palabras que parecen ajenas pero que
caminan de la mano con mucha ternura y paciencia. El sacrificio es la entrega
de algo, por amor. A veces creemos que si nos sacrificamos, o entregamos demasiado
vamos a sufrir. Pero la realidad es que
nos encontramos viviendo la mayor experiencia que cualquier ser puede vivir.
Todos los días sacrificamos algo, es un
valor humano. Si queremos lograr algo, por muy pequeño que sea, tenemos que sacrificarnos.
Y después viene la cosecha de aquello que con sacrificio se sembró. Pero en el
amor, debemos encontrar primero la línea entre el amor correspondido o la
dependencia. No podemos esperar vivir sacrificándonos por alguien a quien no
amamos, sino que dependemos de esa persona. O que simplemente no corresponde
nuestro cariño.
Una vez que reconocemos nuestro sentimiento y
el verdadero estado de la relación, podemos empezar a pensar en el sacrificio.
Antes sería un desastre. Podemos donar, entregar, dejar ir, ofrecer, abrir
cualquier puerta en nuestro ser, por amor. Por eso tenemos que ser honesto
cuando estamos dispuestos a ejercer el sacrificio. El sacrificio parece
esfuerzo, pero no lo es. El sacrificio es todo lo que hacemos por la gente que
amamos, es renunciar para ofrecer. El sacrificio es la respuesta automática de
nuestro amor, que sobrepasa cualquier barrera humana. Es nuestro encuentro con
Dios, quien radica en nosotros mismos. El sacrificio es perdón y aceptación. El sacrificio es amor.
Con cariño,
Vianey
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