Eleanor & Park

Siempre he pensado que en cada persona su “espíritu” corresponde a una etapa determinada de su vida, por ejemplo hay quienes son niños siempre, llegan a los 50 y siguen teniendo ese espíritu de 8 o 9 años. Incluso niños que actúan desde muy pequeños muy maduros, digamos como “pequeños señores”. Bueno, estoy convencida que si todo esto es real yo soy una teenager. Dicho esto el libro que estoy leyendo es perfecto para mí. Este año me propuse leer varios libros, pero sobre todo terminar lo que empiezo en cuanto a los libros que llegan a mi vida. Hasta ahorita solo he terminado “Buscando a Alaska”. Nada mal.

Mi intención es compartirles lo poco, o mucho que me deje un libro. Y poder hacer una recomendación honesta. Me gusta leer y tengo el espíritu de una teen, creo que es lo único que deben de saber. 

Este cumpleaños llegaron más libros (Gracias!) y ahora el reto de lectura es mayor, pero por ahora es el turno de  Eleanor & Park. Y al día de hoy estoy perdidamente enamorada de ellos  y de la redacción de Rainbow Rowell. Es lenta y realista. Hasta cierto punto es como brincar de la mente de un personaje a otro, serena pero ansiosamente. Además se agradece tanto el hecho de que relate la historia como autora y no en primera persona. Es como si no te soltara de la mano durante toda la historia. 

Lo más rescatable, hasta el día de hoy es la coherencia del comportamiento de ambos. Tienen 16 años y actúan como tal, ni más ni menos. Como les cuento solo llevo la mitad, pero hasta donde voy ellos ya se han enamorado, y es un enamoramiento creíble, porque consta de dos elementos propios de unos adolescentes: romance y frustración. Se van asomando grietas en cada uno, aquellas grietas que se forman a los 16 años, y no quieres soltarlos por un momento. Es como caer en medio de una caótica y juvenil relación entre en un chico asiático y una chica con el cabello de fuego, inevitable y para nada la típica historia de los populares. No importa la edad que tengas, hay algo muy maduro entre ellos, o en Rainbow,  que no puedo explicar.

Con cariño,
Vianey